Mientras vientos aterradores soplaban ayer en el corazón de las Islas del Cielo, nuestros vecinos de Los Ángeles en California sufrieron incendios forestales arrasadores impulsados por vientos furiosos similares. Me duele el corazón al saber cuánto se ha perdido y cuánto queda por reconstruir y recuperar.
Uno de los incendios ardió en el cañón Topanga, un hermoso vecindario montañoso con bosques de robles donde viví una vez y que me recuerda mucho a nuestros bosques de las Islas del Cielo. También hay coyotes, gatos montés y venados. Hay personas que aman la naturaleza y ahora no tienen hogar. Como todos sabemos muy bien, la salud y el bienestar de nuestras comunidades pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos. En un clima más cálido y seco, esta es nuestra nueva realidad.
Los incendios son parte de nuestra historia aquí en la tierra. No sabemos dónde cambiará drásticamente nuestro paisaje la próxima chispa. Pero frente a este desafío tan difícil, encuentro esperanza en la bondad y la generosidad humanas que ayudarán a nuestros vecinos a reconstruir, reforestar y proteger el próximo vecindario y hábitat de un incendio devastador. Cuando todo parece perdido, lo que más me cura es ser un ayudante. Por eso, mi mantra de hoy que comparto con ustedes es: Hagamos algo mejor en nuestra comunidad, ayudemos a los demás que sufren, metamos nuestras manos en la tierra y ayudemos a la naturaleza a prosperar, un pie cuadrado a la vez.
Gracias a todos los socorristas y cuidadores de la tierra afectada por estos incendios. Los vemos y los apreciamos.